PISCIS. Fluyendo,
soltando, sanando.
Ya estamos habituadas a
que los ciclos de agua nos remuevan, al adentrarnos en el
territorio emocional, comienzan por remecer la memoria, aflora lo
que tenemos guardado, en el alma y en el cuerpo también, porque el
código de la emoción se plasma en nuestros tejidos, en cada célula
y va entrelazando nuestras vivencias a la materia que nos sostiene.
Es tiempo de revisar
nuestras relaciones, la forma en qué elegimos vincularnos e
identificar aquellas pautas que muchas veces nos llevan a responder
en forma automática, como si en el fondo hubiera un caldo de cultivo
emocional que comandara nuestras acciones y nos llevara a decodificar
todo de la misma manera, revisar cuando estamos fluyendo con cada
instante y cuando nos estamos moviendo desde el miedo, las creencias
tóxicas y los aprendizajes insanos.
Piscis no es la
emoción individual, está más bien ligada al alma grupal y al
inconsciente colectivo, a aquello que heredamos y que nos iguala, nos
conecta con ese sustrato emocional que subyace a la especie humana,
toda la sabiduría y también los miedos atávicos, los
condicionamientos históricos, no en vano venimos saliendo de una era
marcada por el sacrificio y la victimización.
Afloran aquellas
tendencias emocionales que van más allá de nuestra historia
personal, puede ser nuestro linaje, nuestro género, la humanidad
misma, pulsando por repetir los viejos hábitos una y otra vez, sin
conciencia, de ahí la importancia de hacernos conscientes de
aquellas emociones que se disparan de manera automática, el miedo,
la rabia, la angustia, etc. Les sugiero confrontare aquellos aspectos
incosncientes, que de tan habituales nos parecen normales
No se trata de desechar
aquello que subyace a nuestra especie, porque el inconsciente también
guarda un enorme potencial simbólico, de sabiduría e instinto, y
aquello que nos ha permitido subsistir en el tiempo. La idea es
entender que así como la emoción tiene un enorme potencial
creativo, también es un campo super fértil para distorsionar la
realidad, porque lo teñimos todo de subjetividad, y si la emoción
no está sana nuestra vida, relaciones y entendimientos tampoco lo
estarán.
No tiene sentido seguir
cargando con heridas ancestrales, es una responsabilidad hacer
nuestra parte, hacernos conscientes de la raíz del dolor, si es
abandono, si es incomprensión, no seguir perpetuando , no alimentar
a la víctima . No somos una carencia que necesita ser llenada, no
somos niñas chiquitas inválidas, somos mujeres y no por eso no
merecemos menos cuidado y cariño; sólo cuidarnos de que la idea
torcida del amor que la cultura nos propone (amor=sufrimiento) nos
lleve a pensar que es válido sacrificarse por el otro, que es un
gesto de amor. Amar es compartirnos desde lo que verdaderamente
somos, es el servicio amoroso, el compartir, sin caer en el juego de
la importancia personal, sin querer demostrar algo o ganar
admiración. De ese modo siempre estaremos llenas de nuestra propia
presencia, sin depender de la aprobación de alguien más,
moviéndonos desde el corazón nos evitamos el ruido mental que
confunde y enreda.
Y sí, piscis también
nos amenaza con esos delirios místicos que nos llevan a renegar del
ego y querer refugiarnos sólo en la espiritualidad, sin emabrgo,
ambas facetas son necesarias, la experiencia humana demanada que haya
un “yo”, porque la toma de conciencia es individual y es ese
mismo “yo” el que nos permite reconocernos, conectar con el otro
y comunicarnos a través del lenguaje. La clave está en no dejar que la personalidad se arranque con los tarros, lograr el equilibrio entre lo que creo que soy y lo que verdaderamente soy.
Soy una y soy la misma,
la clave está en reconocer y recuperar nuestra integridad, entender
que la personalidad trabaja en conjunto con el alma, que es lo que
nos individualiza, lo que nos permite decir “yo” pero ese yo no
está aislado de las demás personas, porque en el fondo hay un alma
común que nos reune y la idea es vivir en armonía con lo eterno que
hay en cada una de nosotras, con la esencia.
Recordar a través de la sabiduría del agua que la sanación viene de la mano del libre flujo de nuestras emociones, dejarnos fluir, para eso es la emoción para que se mueva todo adentro, para que salga lo que ya no sirve, para nutrir lo que pide ser nutrido. Pero si nuestro sentir no está sano, si el agua no está clara, podemos sentir gran malestar, una suerte de anegación, emociones densas, pegajosas que nos
Dar una expresión creativa a toda esa energía emocional que a ratos nos inunda, pareciera ser la mejor forma de armonizar nuestro cuerpo, mente y corazón. Es difícil ver con claridad a través de las agua revueltas, sirve decantar, sacar afuera, ya sea conversando, gritando, llorando, pintando, bailando, escribiendo, lo que sirva para que la emoción fluya, ayudemos a nuestro corazón en el trabajo de depurar la emoción, de transmutar el primer impulso, elevarnos desde el egoísmo a la compasión, desde la pulsión inicial.
Si el agua se estanca, se estanca la vida, la creación, la alegría. Es necesario fluir, dejar de reprimir las emociones, dejar de temer a la intensidad del sentimiento, pero sin desbordarnos tampoco, el desborde sucede cuando hemos estado sometidas a mucha presión, entonces sale todo de golpe, nos inunda, nos desparramamos sobre el otro; es una responsabilidad no permitir que eso suceda, ir sintiendo y no quedarnos pegadas, ir soltando lo que está puro haciendo bulto, ir sanando la memoria, conectarnos con aquello que sí nos sirve, elegir de manera responsable aquello que sí nos nutre y no continuar operando en automático con la programación que hemos heredado.
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