Nada más sanador que un abrazo bien dado, a prueba de toda resistencia, no se requieren palabras, tan sólo darnos permiso para que los corazones se junten. Un instante se hace eterno, porque algo se mueve adentro, es la memoria que se abre y nos dice que de ahí provenimos, de ese contacto profundo y sanador y gratuito, porque lo único que cuesta es hacer una pausa, abrir los brazos y acoger al otro.
A veces, lo más difícil es comenzar por abrazarnos a nosotras mismas, acogernos y aceptarnos tal como somos; entrar en contacto con nuestras más profundas necesidades es el primer paso antes de compartir esa luz que surge al mirarnos de frente y asumir lo que verdaderamente somos.
Dar y recibir, así de simple es amar, abrir un espacio dentro de mi para ti, dejar que entres y también atreverme a recibir. El resto es dejar que todo fluya.
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