El potencial de las emociones es inmenso, así como pueden llevarnos a expresar bellas realidades y ser fuente de creatividad, también pueden rompernos desde lo más profundo sino nos hacemos responsables a tiempo.
Al sentir sin juzgar, accedemos a una vía de auto reconocimiento, las emociones nos permiten entender lo que nos sucede adentro y conocer nuevas facetas de nosotras mismas de una manera directa, muchas veces ni siquiera hacen falta palabras, porque el miedo, la pena o el dolor son en general vivencias indescriptibles. Y si bien es necesario traducir lo que sentimos para poder darle un sentido e integrarlo la interpretación racional no nos exime de sentir a fondo. No basta con entender o racionalizar un proceso emocional, porque la razón supone poner distancia de lo que nos pasa y muchas veces es sólo un mecanismo de defensa y nos ahorramos el llanto o la pataleta sin entender el daño que provoca acumularse.
Las emociones escapan a lo racional precisamente porque pertenecen a otro ámbito de la vida y del ser, siendo esto último su gran valor, porque de igual forma nos entregan mucha información pero sin dejarnos atrapados en los laberintos de la mente. A nivel simbólico el sentir se corresponde con el elemento agua, de ahí la importancia de fluir y aceptar el cambio, porque el agua estancada sólo genera malestar, y en lugar de veros reflejadas nos devuelve una imagen confusa y desagradable.
Ahora es tiempo de empezar a decantar, hacernos cargo de la memoria dolorosa que hemos ido relegando a un rincón y que desde el fondo pulsa por ser tomada en cuenta como parte de nuestra historia. Esto no significa echarnos a morir sino simplemente tomar en cuenta ese aspecto subyacente, en apariencia todo está bien pero si empezamos a escarbar podemos descubrir viejas heridas que piden ser sanadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario