Si caminamos atentas todo se vuelve una bendición, cada pensamiento que cruza nuestra mente, cada paso, cada encuentro, cada espejo en el que tenemos la posiblidad de vernos reflejadas. Si bien existen contextos específicos para el desarrollo personal, meditar o hacer terapia, por ejemplo, la búsqueda no puede restringirse sólo a esos espacios, porque por muy eficientes que sean, la mayor parte de nuestra vida no transcurre en ellos.
La vida toca vivirla en espacios abiertos donde no operan las mismas reglas que, por ejemplo, en una ceremonia o un taller, donde el resto del mundo no anda necesariamente en la misma frecuencia y aún así eso no nos exime de la responsabilidad de sostener el rezo. Las instancias que existen para contener y aliviar el corazón son una bendición y nos entregan herramientas muy valiosas, pero hay que aprender a batirse con ellas en el día a día que es donde se pelean las batallas cotidianas.
Agradezco enormemente las opciones que existen para sanar, y también agradezco cada pequeña cosa que me muestra algo nuevo de mí, poder observar mis reacciones, escuchar mis pensamientos, sentirme a través de lo cotidiano es todo un entrenamiento, un bello entrenamiento. Sin importar dónde estemos, si somos conscientes podremos recibir la bendición del instante, todo está aquí y ahora, no existe otro tiempo ni otro lugar, cada cosa que ocurre también sucede dentro, no somos marionetas del destino, somos libres de elegir en todo momento.
Si optamos por minorizar las lecciones es sólo porque así queremos, si la conciencia es clara y el anhelo de transformación es profundo, nada resulta accesorio, todo es parte del tapiz de la creación, hilos que nos conectan con todo lo demás, parte integral del diseño. Poner atención a nuestros pensamientos, al autosabotaje que proviene de la mente, cuidado al uso que le damos al lenguaje, buscar la comunicación eficiente, buscar la coherencia en nuestros actos para que el Universo acoja el sentimiento que nos inspira.
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