Cuando escribí el título de inmediato pensé que en realidad es bien poco lo que sé de las mujeres que vinieron antes de mi, y si bien, ser mujer ya entrega todo un universo por descifrar, no conozco los detalles de sus vidas, su historia, sus nombres...Y es que al final, pienso, da un poco lo mismo; eso de querer manejar información es una pretensión demasiado intelectual para un intento que ante todo tiene que ver con el corazón .
Al pensar en ellas, me gusta imaginarlas a mi alrededor dándome su bendición, tal vez yo no sepa quiénes fueron, pero ellas sin duda saben quien soy yo, son ellas quienes pavimentaron con sus vidas el camino hasta aquí, es su sangre la que corre por mis venas, su memoria permanece en mis huesos, en mis células existen como una plegaria en mi nombre.
Yo soy presente, todos los tiempos conjugados aquí y ahora, soy mujer, soy madre, soy conciencia, soy amor. Recibo la sabiduría de todas las mujeres de mi familia, y pienso cómo hacer mi parte, porque no quiero seguir repitiendo ciegamente patrones dolorosos; yo hundo mis raices en la tierrra y asumo mi lugar en la cadena, pero no quiero vivir encadenada ni cargar con los mandatos que generación tras generación han privado a mis ancestras de libertad.
Es muy fuerte el mandato de la sangre, contiene toda la memoria, los siglos de sometimiento y también desde más lejos aún llegan las voces de mujeres libres, salvajes viviendo en armonía
La voluntad de sanar es un acto de amor, amor a una misma en primer lugar, amor a nuestro linaje, a nuestras madres, abuelas, hijas, nietas, amor a todas las mujeres venidas y por venir, a la hermandad, la Madre.
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