viernes, 22 de octubre de 2010

La memoria

¿Para qué nos sirve recordar?

La memoria tiene mucho de discurso, es la forma en que narramos nuestra historia, que discurrimos por el tiempo y al recapitular nos hacemos presente. Sin embargo, no podemos olvidar que el discurso es por definición el lugar del engaño y que los filtros que supone la razón más que dar cuenta de una realidad integrada integral, cercenan y acomodan las vivencias a esquemas preconcebidos.

No es coincidencia que dentro de la simbología elemental, la memoria no esté vinculada al Aire, representación del pensamientos, del verbo que nos permite configurar la "realidad". Elementalmente la memoria se asocia al Agua, al cuerpo emocional; son las emociones las que guardan el registro de lo vivido, y si bien, precisamos la narración para darle forma a lo vivido, el contenido se registra en el agua y es de orden emocional no racional. 

Al volver en el tiempo no sólo se registran acontecimientos, fechas, datos o informaciones; las experiencias que se remueven al recordar pueden llegar a sentirse vívidamente, pues permanecen grabadas en nuestro cuerpo, en nuestros huesos, en nuestra sangre, más allá de cualquier análisis o consideración racional. 
Por lo general se registran más hechos infelices que afortunados,  lo cual da cuenta de dos cosas, una que los momentos felices los vivimos sin más, mientras que lo tristes los negamos y quedan atrapados en nuestro ser; y dos que nuestro entendimiento es muy limitado, porque los eventos dolorosos  se repiten  un otras otro, sin que por ello tomemos conciencia, precisamente porque la memoria está dormida. 

El olvido es voluntario,  obedece a la voluntad de borrar la memoria consciente o inconscientemente, es una suerte de defensa, un entumecimiento de los recuerdos que arrasa también con la posibilidad de evolucionar, porque sin registro, sin vivir a concho la vida, repetimos patrones una y otra vez. 

 El dolor desde mi entendimiento tiene una única función, lo que registramos como dolor emocional supone una toma de conciencia, haber vivido la experiencia profunda de estar vivo y experimentar toda la gama de emociones. Es precisamente sobre la base de esa experiencia vital que se construye la memoria. 

Muchas veces en el trance del auto analisis, ya sea terapia o búsqueda personal, nos toca revisar nuestra historia buscando la raíz de ciertas heridas, rastreando el origen de lo que nos aflige y no logramos aún superar, sólo para encontrarnos con una serie de repeticiones que reafirman un patrón sufriente; y digo, es posible  que a la primera no entendamos, pero a  la segunda, tercera, milésima, no será como mucho.

La cosa es que no hay registro, al recordar descubrimos que tal evento, proceso o experiencia si bien dolió, no hubo toma de conciencia, por miedo al dolor no logramos extraer la lección, pasamos de largo, o nos limitamos a lamentarnos, en lugar de ver lo que la vida nos quería mostrar.

No digo que todas las veces sea así, porque está claro que hay veces en que carecemos de los recursos para eleborar el dolor como durante la infancia por ejemplo, sin embargo,  me atrevería a decir que la mayoría de los intentos de sanación  fallan en un inicio porque pasamos por alto los factores emocionales implicados en nuestra historia.

Cuántas situaciones nos hubiésemos ahorrado sin antes de tropezar por enésima vez con la misma piedra, hubiésemos recordado que ya pasamos por ahí y nos enfocáramos en lo que sentimos al vivir algo similar




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