Una de las primeras cosas que llamó mi atención al acercarme a los círculos de mujeres fueron los cantos, esa forma de liberar el alma, de sumarse y ser parte sin demasiada reflexión ni medir el que dirán, sin auto vigilancia, sin control...
Está demás decir que yo al principio me abstuve de cantar unas cuantas ceremonias, en mi clásico gesto de observar y tratar de entender, por no decir juzgar y tomar distancia, me quedé al margen oyendo. Creo que una parte de mí no se sentía de ánimo para celebrar, pensaba que no tenía razones (cómo si celebrar la vida fuera cuestión de razones) y también supuse que no era llegar y cantar.
Me refiero a cantar con alegría, a poner el corazón en cada palabra... Siendo yo una mujer de muchas palabras, hubo varias que me resultaron desconocidas: madre, padre, hermana, gratitud, bendición, celebración, corazón de mujer...
Cuando escuché que el canto era el rezo en movimiento, me hizo todo el sentido del mundo, porque ya presentía que aparte de embalarse cantando había que hacerse cargo del cantito, con el lenguaje siempre es así ; osea, no era sólo el gesto externo de soltarse, que se valora un montón, tocaba además hacerse responsable del mensaje que estábamos enviando al Universo.
El día que por fin tuve la libertad de decir "Somos un corazón, Madre Tierra. Somos un corazón. Hermana Luna..." (el himno de aquellos tiempos), fue conscientemente y entonces mi corazón supo exactamente donde poner la intención.Yo que nunca aprendí a rezar, ni después del internado de monjas, pude por fin cantar , y así cada vez, al ir sintiéndome y sabiéndome parte del círculo, fui haciendo míos otros cantitos. Qué diferencia desde aquella primera vez, desde el silencio inicial, oirme cantando embaladísima: "Como no voy a ser feliz... Si tengo todo para ser feliz... Si tengo luna, si tengo sol, si tengo estrellas, si tengo amor..."
Al parecer la alegría es así, está siempre disponible, esperando por nosotras, a que seamos libres y nos atrevamos. y no digo obviar la pena o el dolor, que en la gama infinita de emociones también existen para comunicarnos algo, pero definitivamente, no venimos a este mundo a sufrir. Todo en la vida ha sido creado para deleitarnos, para vibrar en el Amor.
Pienso en retrospectiva, y reconozco que cantar mientras caminaba en las mañanas o al cocinar un día cualquiera, me salvó del absurdo más de una vez; recordando, recordando, la memoria se abre y ya no hacen falta maestros ni iluminaciones varias, todo lo que necesito y me sirve saber está en mi, ya no se trata de buscarle angustiada un sentido a la vida, porque Ella lo tiene todo el rato, sólo que a veces nos desconectamos de su infinita sabiduría.
Y es que el cantito es una medicina poderosa, capaz de sostenernos en el día a día, cuando a la semana después del círculo empezamos a guatear; cantar nos recuerda que nuestro estado natural es la belleza, la armonía, la gratitud, la alegría y el gozo. De ese modo, he tenido varios cantitos de batalla para no olvidar quien soy "Soy mujer de paz, caminante atenta, cuido a mi familia por todo el Kai Pacha" , para no desesperar en el intento "Todo está bien, nada me falta... todo está bien, nada me falta... Aquí en la tierra" y sobre todo para agradecer.
Es cosa de permitir que el canto entre en el corazón, nos llene de alegría y gratitud, ahí está la clave para celebrar la vida, no es más complicado que eso. Honrando siempre el propósito del cantito, al hermanito o hermanita que lo aterrizó , respetando el rezo original y decidiendo si elegimos o no la responsabilidad que nuestras palabras implican. Y poner atención al momento de cantar, pues el canto mismo nos ayuda a desarrollar la presencia, a ser conscientes, aquí y ahora; por ejemplo, cuando en un canto rotativo se repite por enésima vez una palabra o un verbo, es porque en algún punto de la rueda, nuestra atención se escapó para otro lado, y entonces deshonramos el momento presente.
El canto siempre, siempre, incluso cuando cantamos dramáticas canciones de "amor", significa un mandato y un compromiso. Cantamos 3 veces, 1 para escuchar lo que cantamos, 2 para que nos escuché el círculo y 3 para que nos escuché el Universo, y ojo que el Universo no decodifica el mensaje, no lo traduce, acoge nuestro rezo tal cual (debe ser que confía en nuestro discernimiento) y de inmediato extiende sus redes para apoyarnos con el propósito.
Si algo nos resuena, conviene poner atención a las palabras y hacernos responsables del rezo; abrir el corazón más allá de los filtros racionales y solo cantar... y así mismo cuando llegué la inspiración, entender que no se trata de algo mío, es la vida fluyendo a través de mi y como una vez me dijo Samai, hay cantitos que han esperado toda la vida para ser cantados por ti. Y cuando el corazón empiece a pulsar por un instrumento, escucharlo y dejar que llegue
La medicina del canto es la medicina del corazón expresándose, del verbo que se hace palabra, no es cuestión de saber cantar, tal vez al principio de un poco de veguenza, como cantar canciones en inglés sin saber inglés, pero es sólo un rato mientras recordamos que desde siempre hemos cantado para bendecir la vida.
Cantamos para que se despeje el cielo, para que venga la lluvia, para despertar, para llamar al sueño o a la visión; cantamos porque no podemos no cantar, porque no es cosa de decir solamente; cantamos a la luna, al sol, a la tierra, al cielo, a todos los elementos, para reconocernos parte de Todo. Cantar es un acto de gratitud, de recordar y expresar nuestra vibración personal, nuestra voz; gracias por ser, gracias por existir. Eso es todo lo que la vida pide de nosotras a cambio de sus bendiciones, que nos entreguemos, que seamos parte y que hagamos nuestra parte.
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